20070403

HIROSHIMA MON AMOUR- By Margarite Duras


















Ella:

Tiene 32 años.
Es más atractiva que guapa.
En cierto modo podría llamársela también a ella “the look”. Todo en ella, palabra, movimiento, “pasa por su mirada”.
Esa mirada de olvida de si misma. Esa mujer mira por su cuenta. Su mirada no consagra
su comportamiento , si no que lo desborda siempre.
En el amor, sin duda, todas las mujeres tiene bonitos ojos . Pero a ésta, el amor la arroja al
desorden del alma (elección voluntariamente stendhaliana del termino) algo más pronto
que a las demás mujeres . Por que está más “enamorada del amor mismo” que las demás mujeres.

Sabe que de amor no se muere. Ella tuvo, en el curso de su vida, una esplendida ocasión de morir de amor. No murió en Nevers . Desde entonces, y hasta ese día, en Hiroshima, en que conoce a ese japonés, arrastra en ella, con ella, el “vacío del alma” de una mujer que vive en prórroga con una ocasión única de decidir su destino.

No es el hecho de ser rapada y deshonrada lo que marca su vida, sino ese fracaso en cuestión: No murió de amor ese 2 de agosto de 1944, en aquel muelle del Loire.

Esto no está en contradicción con su actitud para con el japonés en Horíshima. Por el contrario, está en relación directa con su actividad para con ese japonés…Lo que le cuenta al japonés, es esa ocasión que, al mismo tiempo que la perdía, la definió.

El relato que ella hace de aquella ocasión perdida la transporta literalmente fuera de sí y la lleva a ese hombre nuevo.

Entregarse en cuerpo y alma, es eso.
Es la equivalencia no sólo de una posesión amorosa, si no también de un matrimonio.
Ella entrega a ese japonés – en Hiroshima – lo que de más caro tiene el mundo, su propia expresión actual, su supervivencia a la muerte de su amor en Nevers.



El:

Es un hombre de unos 40 años. Alto. Tiene una cara muy “occidentalizada”.
De perfil, casi podría ser francés. Frente alta. Boca ancha. Labios pronunciados pero duros.
Ninguna afectación en el rostro. Ningún ángulo bajo el cual pudiera aparecer una imprecisión (una indecisión) en los rasgos.
En resumen, es de tipo “internacional”. Su seducción debería ser inmediatamente reconocible por todo el mundo como la de los hombres que han llegado a la madurez sin cansancio prematuro, sin subterfugios.

Es ingeniero. Hace política. Esto no es una casualidad. Las técnicas son internacionales. El juego de las coordenadas políticas también lo es. Ese hombre, es un hombre moderno. Listo en lo esencial. No estaría profundamente desplazado en ningún país del mundo.

Coincide con su edad, tanto física como moralmente.

No ha “hecho trampas” con la vida. No ha tenido que hacerlo: es un hombre a quien su existencia ha interesado siempre lo bastante como para no “arrastrar” tras de sí un mal de adolescencia que tan a menudo hace, de los hombres de cuarenta años, falsos jóvenes aun a la búsqueda de algo que hacer, para parecer seguros de si mismos. Él, si no está seguro de sí, es por buenas razones.

No tiene una verdadera coquetería pero tampoco es descuidado. No es un don juán. Tiene una mujer a la que quiere, y dos hijos. No obstante le gustan las mujeres. Pero nunca ha hecho carrera “de mujeriego”. Cree que ese tipo de carreras es una carrera de despreciable sustitutivo, y algo más sospechoso. Que quien no ha sabido nunca lo que es el amor de una sola mujer no ha conocido el amor y ni siquiera la virilidad.

Por eso mismo es por lo que vive con esa joven francesa una autentica aventura, aunque sea fortuita. Porque no cree en el valor de los amores fortuitos es por lo que vive con la francesa un amor fortuito con sinceridad, con esa violencia.